La arquitectura tradicional o Vernácula trabaja en pro de los Saberes Constructivos Ancestrales ya sea en la restauración de casas, edificaciones y espacios públicos de valor histórico; o bien en la realización de obras nuevas, basadas en lo tradicional.
Arquitectos, ingenieros y constructores en equipo con Maestros Constructores tradicionales, aprender unos de otros; creando obras arquitectónicas donde la tierra, la piedra y la madera mantienen sus técnicas ancestrales pero se equilibran y resaltan en diseños modernos.
Como Pueblo Patrimonio, el casco histórico Barichara está protegido por una normativa, pero la comunidad local debe convertirse en veedora, reconociendo y apropiando el tesoro arquitectónico como escencia de la identidad cultural Patiamarilla.
El paisaje Arquitectónico es el principal atractivo para el Turismo Cultural en Barichara,. Sin olvidar que tras la belleza de sus casas y capillas coloniales o sus calles, parques, catedral y monumentos en piedra; están los Sabedores ancestrales y contemporáneos que mantienen viva la tradición y la historia.
Los turistas pueden hacer recorridos con Guías expertos quienes les narraran las historias tras cada construcción y profundizar más en experiencias con constructores, donde pueden conocer los materiales, las técnicas y poner manos a la obra en un taller práctico.
¿Qué hacer?...experiencias:
¿Qué hacer?...experiencias:
¿Qué hacer?...experiencias:
Sombrero Jipijapa
Cien mujeres se reunían en torno al maestro Sombrerero,
inclinadas sobre el blanco manojo de jipijapa.
A mitad del siglo XIX, los vecinos pudientes de Barichara a instancias del cura párroco de Girón, trajeron un sombrerero desde Pasto, que enseñó durante meses el arte de tejer la jipijapa. Se instalaron talleres gratuitos para casi 100 mujeres que se reunían en torno al maestro, inclinadas sobre el blanco manojo de nacuma. En 1890 Barichara ya contaba con una gran industria artesanal de sombreros. Cerca de 200 familias se dedicaban a tejer la jipijapa.
SOMBREROS
Sombrero Jipijapa
Cien mujeres se reunían en torno al maestro Sombrerero, inclinadas sobre el blanco manojo de jipijapa.
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La tradición procedía de Ecuador de un pueblo llamado Jipijapa. A inicios del siglo XIX ingreso por Nariño y se extendió hacia el norte del país. En regiones de clima cálido como Barichara, era fácil conseguir la palma silvestre o cultivarla. Su nombre variaba según la región: palmilla, palmiche, murrapo, iraca o nacuma.
Fabricas artesanales surgieron en todo el país, para crear una importante manufactura nacional que tuvo un gran mercado en el exterior durante más de cincuenta años. En 1852 una comisión de notables liderada por Rufino Cuervo promovió la participación de los sombrereros colombianos en la Gran Exposición de la Industria de todas las Naciones, de Londres. En 1858 los sombreros constituían el 25% de las exportaciones colombianas. En 1865 se exportaron más de un millón de sombreros elaborados en 1290 sombrererías de tierras santandereanas.
La realeza europea, estrellas de Hollywood, Rockefeller, Teodoro Roosevelt y políticos famosos como Winston Churchill, fueron publicidad ambulante para los sombreros de Jipijapa. El inicio de la gran depresión y la segunda guerra mundial terminaron con la exportación. Luego, la moda de los sombreros de fieltro, desplazaron al sombrero de iraca.
En Colombia, el cambio de tradiciones, la moda y nuevas tendencias, relegaron el uso de sombrero limitándolo a Ferias, cabalgatas y paseos de finca. Para el campesino tradicional, su sombrero es parte de su identidad, lo protege del sol y la lluvia, identifica con orgullo su origen. Pero las nuevas generaciones en el campo han optado más por uso de gorras.
Estos sombreros vuelven a tomar importancia para la necesaria protección de la luz solar, por su material ecológico y como obra maestra de nuestras Sabedoras Patiamarillas, que merecen ser apoyadas.
Turistas y Estudiantes visitan a las tejedoras para conocer su Saber, compartir su historia y cultura e incluso tomar talleres para aprender este arte.
PROCESO:
La elaboración de 1 sombrero dura 1 semana desde la recolección de la palma hasta su terminación.
Las herramientas usadas son: una horma de madera, una cinta de cuero para ajustar la talla, cuchillo, mazo de madera y unas manos expertas.
Se retirar los cogollos de la palma, se azotan para que se abran, se hace el ripiado rayándolos con agujas para desvenar y separan las hojas. Se hierven en agua con limón por 1 hora. Se lavan con agua fría y se secan a la sombra.
La elaboración del sombrero se inicia de inmediato para que la fibra no pierda la flexibilidad.
El sombrero tiene 4 partes: el empiezo, el plato, la copa y el ala. El tejido inicia por el empiezo y se teje la paja de forma circular. En el plato del sombrero se hace el crecido del mismo, introduciendo cada vez más fibras, intercalándolas cada tres o cuatro vueltas. La horma se requiere cuando se inicia la copa para darle la forma al sombrero. Con la cinta se cuero se va apretando y templando el tejido. Finalizada el ala se hace el remate, un tejido de cordón que asegura todas las fibras.
Terminado el sombrero, se utiliza un mazo de madera para golpearlo sobre una superficie dura, para darle las formas finales como quiebres y las curvas.